miércoles, 10 de abril de 2013

LA LEYENDA DEL SILBÓN



LA LEYENDA DEL SILBÓN



            Va dedicado con especial cariño a la tierra de Páez, Portuguesa. Nuestra más alta aspiración es que esta producción artística-cultural, hecha con cariño y con esfuerzo, sea como un llamado de voluntad para todos los niños de Venezuela. Para todos ellos el mensaje: “Que aprendan a querer cada vez más a la patria a través de sus escuelas y que nada les detenga en su afán de superarse para hacerla cada día más libre…”
            Canción y letras, dignidad y altruismo, han de ser las sendas por las que se conduzcan los hombres de Portuguesa y Venezuela toda. Un mensaje musical y amistoso de tres pueblos vecinos para hacerse más hermanos: Portuguesa, Barinas, Cojedes; horizontes extendidos por caminos polvorientos, tierra generosa donde la leyenda es copla y donde la copla es sabana. Llano adentro, corazón de patria. Sabanas inmensas y pajonales abiertos, arrieros del verso, baquianos de la conversa…

Así comienza la obra artística-musical, La leyenda del Silbón, escrita y producida por el escritor, poeta y compositor portugueseño Dámaso Delgado.
En conversación entre cronistas, me contó mi colega  Wilfredo Bolívar, cronista de Araure, que El Silbón es una leyenda que surge basada en un hecho real, que andaba en boca popular en la década de los sesenta. El entonces cronista de Guanare, Rafael Roberto Gavidia, entrevista a un anciano, un juglar, un trovador popular por sus cuentos, corríos y leyendas, llamado Rufino El Gallo, quien andaba con un cuatro cantando romances antiguos; copiando la leyenda que luego publicaría en un periódico de Guanare.
Grata y trascendental coincidencia del destino: se anuncia un importante festival folklórico en Caracas. El poeta Dámaso Delgado toma lo que el cronista Gavidia ha escrito en la prensa guanareña, lo amplía y le recrea de manera literaria. A partir de ese momento se hace el disco y es cuando se populariza esta leyenda que le hace merecedor del título patrimonio cultural viviente de portuguesa.
Dicen que mayo es mes de espanto porque sale El Silbón, una figura horripilante que mide más de dos metros de alto. Los que le han visto comentan que es un hombre muy canillúo y se le ven unas grandes uñas en sus manos largas y descarnadas que sostienen una mochila colgada al hombro donde supuestamente carga los huesos de su padre, a quien asesinó para comerle sus "asaduras".
Esta versión sostiene que un día el hijo le dijo a su padre que quería comer vísceras de venado. Su padre para complacerlo se fue de cacería, el muchacho, al ver que transcurría el tiempo y no regresaba, fue a buscarlo y al encontrarlo por el camino y darse cuenta que no traía nada, lo mató, le sacó las vísceras y se las llevó a su madre para que las cocinara.
La madre sospechó lo peor de su diabólico hijo. Cuando tímidamente le preguntó por el padre, este fríamente le reveló que sus asaduras estaban en el caldero. Ante tan abominable tragedia, maldijo a su hijo para toda la vida, su hermano Juan le persiguió con un mandador, (rejo de cuero, típico del llano) y le azuzó el perro “Tudesco”, quien le mordió en la huida; y por si esto fuera poco, el abuelo regó la tapara de ají picante sobre sus heridas
El Silbón, según la leyenda, le sale a los hombres parranderos y los ataca con el saco de huesos y les chupa el ombligo para sacarles el aguardiente para así calmar la pena. A quien le sale le da una fiebre que lo tulle para toda la vida. Para librarse de este espíritu errante ampliamente conocido en el llano, las personas deben lanzar al aire la expresión: ¡Cuje Tudesco!, ¡La tapara de ají! y otras maldiciones que alejen al espanto.
El Silbón o El Sinfín, como lo llaman en el llano colombiano, dicen también que es el silbido de un pájaro del llano, llamado el sinfín.
El poeta Dámaso Delgado termina esta extraordinaria leyenda con estas coplas:

Era un 3 de mayo
como a las seis de la tarde,
fueron grandes tempestades
 y relámpagos en el aire.

No vayas para la fiesta
 te dijeron Juan Hilario
que en tierras de Portuguesa
 va un espanto desandando.

Esto era lo que contaban
del Silbón y la parranda
que una noche se encontraron
 Hilarión y el desandas.

El que vaya de parranda
que se vaya preparando
que si la noche lo agarra
el Silbón lo está esperando.


  



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