LA LEYENDA DEL SILBÓN
Va dedicado con especial cariño a la tierra de Páez,
Portuguesa. Nuestra más alta aspiración es que esta producción
artística-cultural, hecha con cariño y con esfuerzo, sea como un llamado de
voluntad para todos los niños de Venezuela. Para todos ellos el mensaje: “Que
aprendan a querer cada vez más a la patria a través de sus escuelas y que nada
les detenga en su afán de superarse para hacerla cada día más libre…”
Canción y letras, dignidad y altruismo, han de ser las
sendas por las que se conduzcan los hombres de Portuguesa y Venezuela toda. Un
mensaje musical y amistoso de tres pueblos vecinos para hacerse más hermanos:
Portuguesa, Barinas, Cojedes; horizontes extendidos por caminos polvorientos,
tierra generosa donde la leyenda es copla y donde la copla es sabana. Llano
adentro, corazón de patria. Sabanas inmensas y pajonales abiertos, arrieros del
verso, baquianos de la conversa…
Así comienza la obra artística-musical, La leyenda del Silbón, escrita y
producida por el escritor, poeta y compositor portugueseño Dámaso Delgado.
En conversación entre cronistas, me contó mi
colega Wilfredo Bolívar, cronista de
Araure, que El Silbón es una leyenda
que surge basada en un hecho real, que andaba en boca popular en la década de
los sesenta. El entonces cronista de Guanare, Rafael Roberto Gavidia,
entrevista a un anciano, un juglar, un trovador popular por sus cuentos,
corríos y leyendas, llamado Rufino El
Gallo, quien andaba con un cuatro cantando romances antiguos; copiando la
leyenda que luego publicaría en un periódico de Guanare.
Grata y trascendental coincidencia del destino: se
anuncia un importante festival folklórico en Caracas. El poeta Dámaso Delgado
toma lo que el cronista Gavidia ha escrito en la prensa guanareña, lo amplía y le
recrea de manera literaria. A partir de ese momento se hace el disco y es
cuando se populariza esta leyenda que le hace merecedor del título patrimonio cultural viviente de portuguesa.
Dicen que mayo es mes de espanto porque sale El
Silbón, una figura horripilante que mide más de dos metros de alto. Los que le
han visto comentan que es un hombre muy canillúo y se le ven unas grandes uñas
en sus manos largas y descarnadas que sostienen una mochila colgada al hombro
donde supuestamente carga los huesos de su padre, a quien asesinó para comerle
sus "asaduras".
Esta versión sostiene que un día el hijo le dijo a su
padre que quería comer vísceras de venado. Su padre para complacerlo se fue de
cacería, el muchacho, al ver que transcurría el tiempo y no regresaba, fue a
buscarlo y al encontrarlo por el camino y darse cuenta que no traía nada, lo
mató, le sacó las vísceras y se las llevó a su madre para que las cocinara.
La madre sospechó lo peor de su diabólico hijo.
Cuando tímidamente le preguntó por el padre, este fríamente le reveló que sus
asaduras estaban en el caldero. Ante tan abominable tragedia, maldijo a su hijo
para toda la vida, su hermano Juan le persiguió con un mandador, (rejo de
cuero, típico del llano) y le azuzó el perro “Tudesco”, quien le mordió en la
huida; y por si esto fuera poco, el abuelo regó la tapara de ají picante sobre
sus heridas
El Silbón, según la leyenda, le sale a los hombres
parranderos y los ataca con el saco de huesos y les chupa el ombligo para
sacarles el aguardiente para así calmar la pena. A quien le sale le da una
fiebre que lo tulle para toda la vida. Para librarse de este espíritu errante
ampliamente conocido en el llano, las personas deben lanzar al aire la
expresión: ¡Cuje Tudesco!, ¡La tapara de ají! y otras maldiciones que alejen al
espanto.
El Silbón o El Sinfín, como lo llaman en el llano
colombiano, dicen también que es el silbido de un pájaro del llano, llamado el
sinfín.
El poeta Dámaso Delgado termina esta extraordinaria
leyenda con estas coplas:
Era un 3 de mayo
como a las seis de la tarde,
fueron grandes tempestades
y relámpagos
en el aire.
No vayas para la fiesta
te dijeron
Juan Hilario
que en tierras de Portuguesa
va un espanto
desandando.
Esto era lo que contaban
del Silbón y la parranda
que una noche se encontraron
Hilarión y el
desandas.
El que vaya de parranda
que se vaya preparando
que si la noche lo agarra
el Silbón lo está esperando.
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