miércoles, 10 de abril de 2013

ALTAMIRA DE CÀCERES, EXISTE Y EXISTIRA POR SIEMPRE



ALTAMIRA DE CÀCERES, EXISTE Y EXISTIRA POR SIEMPRE





“Mis palabras no van a ser polémicas, porque no pueden serlo, pero sí quiero formular mi opinión sobre el nacimiento de la ciudad.  Sin restarle méritos a la tesis de mi querido y admirado Virgilio Tosta, de que Barinas fue fundada el 25 de mayo de 1577, yo comparto el criterio de de don César Acosta, de don Simón Jiménez, de don Fidel Betancourt, entre otros, de que Barinas no ha sido una “Ciudad Viajera”; y yo diría, parodiando esa afortunada definición del mismo Tosta: “Barinas, la de la gente viajera”.
            Porque allá están Altamira de Cáceres fundada por Juan Andrés Varela y Nueva Trujillo de Varinas, (hoy Barinitas), fundada por Juan Pacheco Maldonado y aquí está Barinas, simplemente Barinas, con B grande, como grande es su espíritu y grande su consagración a las mejores causas que han determinado la historia nacional: la Independencia y la Federación”.
            Estos dos primeros párrafos que anteceden en esta crónica,  pertenecen al discurso de orden pronunciado en sesión solemne del Concejo Municipal de Barinas, el 25 de mayo de 1972, por el ilustre bariniteño Adolfo Blonval López; en oportuno momento lo entrego a los lectores cuando se origina una estéril polémica, por la manera planteada, a propósito de un articulo del poeta Guillermo Jiménez Leal, publicado el pasado 30 de octubre, en el Diario Defrente.
            En la referida publicación señala Jiménez Leal una serie de interrogantes sobre la referencia histórica y estética del nombre Altamira de Cáceres, donde llega hasta preguntarse cosas, tales,  como: ¿Dónde esta entonces Altamira de Cáceres, si no la encontramos ni en leyes, documentos ni en la tradición oral?
            Altamira de Cáceres está allí, en ese hermoso paraje montañoso y floreado de encanto y ensoñación, su nombre es canto y poesía, sus calles, sus casas y su gente son un refugió sublime de descanso y recreación para aquel que anda en busca de un alivio para el alma y de una dosis terapéutica para su espíritu. Bien, lo dice Giondelys Montilla, en su libro: La casa de mis abuelos: “Altamira es un suspiro de montañas, calles blancas y largas que bajan como ríos de silencio, bañando los pies de piedra y barro de las viejas casonas”. Allí está Altamira de Cáceres, con sus casas viejas, altas y de paredes anchas que guardan recuerdos, con sus calles empinadas, cubiertas de clima fresco que invitan al paseo y con la hospitalidad sincera de sus pobladores que ofrecen aposentarse en un hermoso lugar, histórico, turístico y cultural.
Altamira de Cáceres, basado su nombre y su vigencia en hechos y documentos históricos probables e irrefutables y más aún a realidades geográficas que reafirman su permanencia en la memoria colectiva nacional.
Su origen no tiene discusión, Altamira de Cáceres, fue fundada el 30 de junio de 1577, por el capitán español, teniente gobernador don Juan Andrés Varela. Como consta en el acta de su fundación, localizada en el archivo general de Indias, en Sevilla, España, por la doctora Mercedes Ruiz Tirado.
En el referido documento podemos leer:  “Caballeros, seanme vuestras mercedes testigos como yo, en nombre de su majestad del Rey don Phelipe,  Nuestro Señor, y del señor Gouernador Francisco de Cáceres...
En su nombre, tomo posesión  actual y corporal Belcasi desta tierra... y fundo y pueblo para agora y para siempre jamás, un pueblo a quien nombro e yntitulo la ciudad de Altamira de Cáceres, por si alguna persona ay que me lo contradiga o defienda, salga en campo aquí conmigo, que en nombre del Rey don Phelipe, Nuestro Señor, se lo defenderè”…
¿Cómo negar entonces la existencia de Altamira de Cáceres?.
¿No consideran ustedes que es un error histórico señalar que el capitán español Juan Andrés Varela, es también el fundador de la ciudad de Barinas?
Creo que esta polémica sobre la fundación de Altamira de Cáceres, es caduca y estéril, creo que los organismos oficiales deben honrar al gentilicio altamireño, enmendando ese error histórico.
Ahora bien, que si muchos de sus primeros habitantes emigraron y formaron otras ciudades, aquellos que querían criar el ganado, cultivar la tierra y navegar los ríos, bajaron a la inmensidad de la llanura en busca de la riqueza. Entonces…La culpa la tiene el llano…
Debo manifestar que cuando mi amigo y colega Humberto de Jesús morillo, cronista oficial de Altamira de Cáceres, me manifestó su malestar por el articulo del poeta Jiménez Leal, delante de testigos le réferi que la estatura intelectual de Guillermo le permitía emendar y reconocer cualquier error y que no era un hombre de peleas y rencores y que “Guabina” distinguía y valoraba los afectos. Señalo esto por dos cosas: primero porque me parecen desproporcionadas y fuera de todo debate de altura muchas de las descalificaciones aparecidad en las redes sociales  en contra del poeta Guillermo Jiménez Leal, y segundo no me equivoque en mi apreciación sobre su reacción, ante tan alucinada afirmación al desconocer el nombre de Altamira de Cáceres en la tradición oral de los barineses.
Respondiendo a mi apreciación sobre su temperamento diáfanamente afirmó: “….Lástima también que esa ira desatada contra el poeta sólo exprese agresiones y no aportes a la historia, de la cual nunca he pensado tener la verdad exclusiva; y si alguno de los altamireños me hiciera llegar documentos y argumentos en tal o cual sentido, con mucho gusto los publicaría, rectificando, si fuera necesario o agregando, si así lo requiriera la nueva información. Gracias a Dios mi temperamento y filosofía de vida no aceptan disgustos….”
Creo que acá encaja lo que expresó el doctor  Adolfo Blonval López en el discurso arriba citado: “La voz del poeta no sólo debe ser el registro del hombre, sino que puede ser también uno de los pilares que le ayude a resistir y a prevalecer”.
El dicho popular nos dice que: errar es de humanos y rectificar es de sabios.
 en la tradición oral de los barineses.  

Lástima también que esa ira desatada contra el poeta sólo exprese agresiones y no aportes a la historia, de la cual nunca he pensado tener la verdad exclusiva; y si alguno de los altamireños me hiciera llegar documentos y argumentos en tal o cual sentido, con mucho gusto los publicaría, rectificando, si fuera necesario o agregando, si así lo requiriera la nueva información. Gracias a Dios mi temperamento y filosofía de vida no aceptan disgustos y mál pudiera estar disgustado por esos apóstrofes lanzados hacia este modesto poeta. Esperaré por nuevas informaciones antes de publicar un segundo artículo. Gracias de todos modos.




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