martes, 19 de marzo de 2013

LA ESCUELA QUE NO VOLVERÁ





LA ESCUELA QUE NO VOLVERÁ
“…Complejo resulta sintetizar todo cuanto se aspira de nosotros los maestros. Pero cuando casi por terquedad ínsito a que regresemos a la escuela y a la cátedra, es porque anhelo llevar hasta las conciencias la noción de que ya es hora  de apartar las improvisaciones y los ensayos…Se es mejor maestro en la medida en que se comprendan los grandes problemas nacionales. Afrontarlos con decisión, aportar soluciones, tiene que ser la misión del educador responsable…”
César Hernández (Palabras Pronunciadas en la plaza Bolívar de Santa Lucía, el 15 de enero de 1992.

Barinas, importante ciudad de los llanos venezolanos, con el río Santo Domingo a sus espaldas, luego de haber sido llamada en los albores de la independencia la segunda ciudad de Venezuela, por su importancia comercial, su riqueza y sus títulos de nobleza, sencillamente llegó a convertirse en un lugar envuelto en ruinas y receptora de todas las enfermedades que azotaban a la Venezuela rural.
  Ya para la década de los cuarenta el acontecer barinés comienza a palpar cambios significativos en su economía productiva por la llegada del petróleo. Señala Ruiz-Guevara (2004) en su libro “Arañazos al Tiempo” que, en el año 1944, se instala la primera panadería moderna que comienza a procesar el pan en forma industrial; para ese entonces en Barinas se cocinaba en leña y “era rara la casa en que usaran kerosene”.
 La Barinas aldeana, rural, bucólica y pueblerina; pero donde existía la hermandad entre las familias, contaba con una escuela, la Escuela federal “Soublette”, donde comenzó a editarse el periódico “Senderos”, órgano cultural de los alumnos de esta  institución, que lamentablemente jamás volverá; pero que sembró en el alma de una generación, que tampoco volverá, el amor por los principios cívicos ciudadanos, cuya generación ha servido de ejemplo, no solo por su formación intelectual, sino por  su formación ética y moral  desempeñada en la vida pública de casi todos sus integrantes.
Recuerdan muchos de estos barineses que tuvieron el honor de pasar por las aulas de la “Soublette”, que la publicación del periódico “Senderos”, fue una odisea en esa Barinas invadida por el paludismo, la fiebre amarilla, la malaria y de otras tantas enfermedades que asolaron a la Venezuela sin petróleo.
En esa época, cada alumno hacia su escrito y lo entregaba al director Herminio  León Colmenares, al bachiller Elías Cordero Uzcátegui o al maestro José Feo Gorrín, para que lo revisaran, le hicieran la corrección necesaria y finalmente llevarlo a la imprenta del Estado, que colaboraba con la  impresión. No podía ser de otra manera, si el gobernador de Barinas era el poeta Alberto Arvelo Torrealba.
La escuela tenía sus propios méritos, los maestros que impartían enseñanza a pesar de no contar con una formación universitaria, tenían la mística y vocación necesaria que poco se ve ahora,  para hacer de su labor lo mejor y lograr formar un ciudadano integro, un verdadero humanista con conocimiento de historia, literatura, arte y cultura en general.
Corría el tiempo de la historia del Hermano Nectario María y del libro de Mantilla. Los muchachos tenían que aprender a leer, escribir y memorizar  lo que se les decía; el maestro acostumbraba a tomar  un párrafo y se lo leía como un cuento, después les pedía que lo interpretaran y echaran su cuento, y el que no salía bien recibía su castigo; pero el que captaba las lecciones, hasta iba de pesca con el maestro o a jugar una “caimanera” de pelota.
También se recuerda a Aníbal Acosta, quien daba cuarto grado. Muy estricto. Nos dice el poeta Miguel Ángel Nieves Tapia: “Tenia un método muy acertado, el decía ‘bueno muchachos para mañana se leen un párrafo de cualquier periódico y las palabras desconocidas o que no entiendan las buscan en el diccionario’,  él les corregía y los errores ortográficos se los hacia escribir bien y repetir muchas  veces. Todavía no he visto a ningún docente con esa capacidad, yo no sé si el método de antes era mejor que  el de ahora, pero lo que si sé,  es que ahora los muchachos de sexto grado no saben leer.”
Las veladas culturales que se organizaban jugaron un papel preponderante en la vida de esta escuela y por consiguiente de los barineses; la “Soublette” llegó a ser el alma de la ciudad, aquellos muchachos cantaban, recitaban y compartían alegremente en actos divertidos y sanos;  había mucha inocencia y afecto entre el conglomerado estudiantil. El director Herminio León Colmenares fue el principal hacedor y organizador de estas veladas, que aún en el teñir del tiempo recuerdan con nostalgia los alumnos de la “Soublette”. Lamentablemente, esta escuela no volverá.

Alberto Pérez Larrarte
Cronista Oficial de la Ciudad de Barinas






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