jueves, 21 de marzo de 2013

MANTICORAS



MANTICORAS

A propósito de conseguir alguna pista que me condujera a aclarar las desviaciones puestas en evidencia por la cofradía que presume representar la cultura revolucionaria  y a la vez me permitiera aceptar y entender la inquietud y preocupación que da observar como la mediocridad inunda los estratos profesionales y salpica a tantos intelectuales que admiramos por su talento; me propuse indagar en diferentes fuentes y creo haber encontrado la repuesta para comprender por qué tantos tiralevitas, taimados, astutos, engañosos, serviles, mentirosos y maquiavélicos inundan los círculos culturales; esos pobres seres que lanzan su perfidia, resentimientos y faltas de escrúpulos para conseguir cualquier fin, sin impórtales los medios para alcanzarlo.
El gnomo es hediondo, no por obeso sino porque se revuelca en su propio estiércol. Sin embargo hay que reconocer que el gnomo por voluminoso, holgazán, ruin e innoble; no es el único promotor del maquiavélico plan de destruir lo construido o desmembrar lo formado. Es la mantícora devoradora de personas la artífice de tanta maldad y odio. Aprendamos sobre esta leyenda mitológica y  comprendamos de lo que es  capaz esa maligna criatura.
La mantícora tiene su origen en la mitología persa. Es un ser monstruoso con cuerpo de león, alas de murciélago, cola de escorpión, cabeza humana y cola rematada en púas de hierro. Su cabeza es la de un ser humano, con barba y densa cabellera. Es un ser carnívoro y tiene preferencia por la carne humana. Se trata de una criatura poco  inteligente, pero muy fiera, malvada y poderosa, que a menudo se asocia con otros seres perversos para obtener mutua protección.
Ataca a sus victimas con dardos venenosos,  atrayéndolas,  hablándoles y contándoles secretos; cuando esta se acerca le da el zarpazo y la devora. Esto se puede interpretar como lo mortal del conocimiento. En su rostro se denota la sabiduría intrigante, pero saber demasiado en muchas ocasiones es peligroso.
En Historia Naturalis en el año 77 d.C. de Plinio el Viejo, se describe la Mantícora  con cara y orejas de hombre y cola que termina en aguja, a la manera de los alacranes”. Y Da Vinci, en su Bestiario, explicó que la “Mantícora acomete no por hambre sino por envidia, no para ostentar su fuerza sino para disimular su inseguridad”. La Mantícora, escribió Leonardo, “solo agrede a las criaturas que él quisiera ser”.
A propósito de las Mantícoras recordamos un artículo de Tomás Eloy Martínez en el que cita de La tentación de San Antonio, de Gustav Flaubert, un memorable monólogo de la bestia que se inicia con esta pregunta terrible: “¿Difamaré a mi enemigo? ¿Lo escameceré? Ay no, señor. ¡Mentiré tanto sobre él que haré olvidar hasta la última de sus verdades! Por las narices sopla el espanto de mi soledad. Escupo la peste. Devoro a los ejércitos, aprovechando el momento que se extravían en el desierto”.
La creencia de la Mantícora no sobrevivió, pero su leyenda despertó la imaginación de muchos artistas e ilustradores y la bestia se convirtió en un símbolo reconocido de "la perversidad y la malevolencia".
Entre nosotros conviven algunas Mantícoras. Aquellos desarraigados de afectos que enrarecen los días condenados por sus propias acciones deplorables y perversas, incubadas en el infierno de sus pretensiones, ignorando sus desgracias, acometiendo sus felonías, disfrutando de los orgasmos que le producen su propia envidia,  honrándose de su servilismo y creyéndose con derecho de ofender y atropellar al talento no alienado; tal vez por contar con adulantes y falderos que le hacen el coro … Estas mantícoras tienen su Celestina, su  gnómida,  que también es mantícora.



Alberto Pérez Larrarte
Cronista Oficial del Municipio Barinas


No hay comentarios:

Publicar un comentario